lunes, 23 de enero de 2012

No es lo mismo

No es lo mismo. No se lamenta de la misma manera la pérdida de puestos de trabajo cuando se conserva el propio que cuando se ha perdido. Una cosa es la percepción intelectual de una situación como el desempleo y otra, muy distinta, haber adquirido sin pretenderlo la capacidad de ponerte en la piel de cada uno de esos trabajadores que, de forma anónima, siguen engrosando día a día las filas del paro. Desde este lado de la pista, el del desempleo, cada noticia sobre nueva destrucción de puestos de trabajo causa el mismo pavor que podría causarle a cualquiera. Pero, además, tiene la capacidad de evocar otros sentimientos. El primero, egoístas por naturaleza, que cada día somos más de este lado y el sistema de prestaciones se soporta menos. Y de segundo e indigesto plato puedes imaginar vivamente las dificultades personales, a veces dramáticas, a las que se enfrentan todas y cada una de esas concretas personas que pierden su puesto de trabajo. También duele de otra manera, menos intelectual y más incisiva, la situación de las empresas. Porque no es lo mismo que un patrón suelte lastre en forma de destrucción de puestos de trabajo en cuanto percibe que puede dejar de ganar lo que venía ganando, a que una empresa resulte realmente inviable, y digo realmente inviable, si no reduce su plantilla. La pena por los trabajadores podría ser la misma. Pero la semblanza moral del empleador es muy diferente. Tanto como la ira y el profundo rechazo que suscita. En la foto, un empleado de la empresa cántabra de electrodomésticos Teka, donde en estos momentos están en juego 198 de los 420 puestos de trabajo que componen la plantilla.

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