La vida da muchas vueltas. Y en una de ellas te puedes ver arrojada al paro. Entonces puedes lamentarte, maldecir o, simplemente, vivirlo.
lunes, 5 de marzo de 2012
Una nueva realidad
Mientras solo nos veamos como generadores de derechos, y nunca de deberes, este sistema permanecerá enfermo. Y el sentido de la polémica que ha provocado la enunciación por el Gobierno de la puesta en marcha de medidas para que los que cobramos el paro desempeñemos determinados trabajos sociales, es un buen ejemplo de esa mentalidad enfermiza que nos ha llevado a pensar que tenemos derecho a disfrutar del llamado Estado del Bienestar pero ninguna obligación en su mantenimiento.
¿Si no somos culpables de la crisis, que no lo somos, tampoco tenemos porqué contribuir a salir de ella? Bueno, esa es una forma de ver las cosas, pero desde luego no es la que exige las circunstancias. Es como si un barco se está hundiendo por culpa del capitán -¿les suena?- y nosotros nos limitamos a plantificarnos de morros en cubierta blandiendo el seguro de viaje que incluye nuestro billete.
Como casi siempre, los sindicatos coadyuvan al problema y no a la solución. Primero insistiendo en la idea de que el desempleo es un derecho que los trabajadores se han ganado por su cotización a lo largo de la vida laboral que, caiga la que caiga, es de exigencia disfrutar sin dar nada a cambio. Y segundo argumentando que la medida que se propone adoptar el Gobierno, si la reforma laboral supera en su actual formulación todos los trámites parlamentarios, supondrá la destrucción de empleo público.
De la primera de las ideas expuestas solo cabe decir que también las pensiones son derechos teóricamente adquiridos por los trabajadores a lo largo de su vida laboral que, a día de hoy, todos sabemos muy en entredicho. Dicho de otra manera. El Estado del Bienestar del que nos habíamos dotado no es un ente omnipotente, onmipresente y omnibenevolente. Muy al contrario, se nutre de la financiación que podamos darle y, si esta falla, se derrumba estrepitosamente sin que nuestros lamentos y nuestro empeño en mantenerlo en pie puedan hacer nada por evitarlo.
Y lo segundo queda rebatido con el mismo fondo argumental. ¿Empleo público? Si los sindicatos siguen pensando a día de hoy que el sector público -elefantiásico, voraz devorador de impuestos y de lento y torpe proceder- tiene que seguir creciendo en lugar de reducirse, regenerarse y reconvertirse, apaga y vamonos. No han entendido nada o, si lo entienden, prefieren seguir engañando a su parroquia para garantizarse su supervivencia.
Somos ajenos a las decisiones u omisiones que han llevado a esta crisis. Pero, por desgracia, eso no nos alivia del hecho de ser sus principales víctimas. ¿Qué podemos hacer entonces? Cambiar de mentalidad es una opción positiva. Aferrarnos al estado de cosas que creímos que siempre permanecería solo nos llevara a la frustración.
Dimos la gestión de nuestros asuntos a personas que han traicionado nuestra confianza una y otra vez sin que, como ciudadanos, hayamos extremado la función de vigilancia y exigencia de corrección ante los primeros síntomas de desvío del fin último del servicio público, que es la defensa del interés general.
Ahora estamos pagando la factura de la frivolidad y la despreocupación con la que hemos acudido a las urnas. Y en esa factura se incluyen algunos gastos con nombres y apellidos, como los que proceden del desmantelamiento del Estado del Bienestar a manos de aquellos a los que dimos carta blanca. Hablo de los recortes en Educación, Sanidad y Servios Sociales, hablo de la volatilidad del sistema de pensiones y hablo, también, de los interrogantes sobre el mantenimiento del actual sistema de prestación por desempleo. Ante este panorama se me antoja que colaborar en trabajos sociales mientras se cobra el desempleo es solo una anécdota que a nadie debería escandalizar.
Lo que sí debería escandalizar, lo que a mí escandaliza de forma brutal, es que se permita al sector público mantener su inútil enormidad mientras se procede al recorte de las prestaciones más básicas en un Estado de la Incertidumbre que ya no deberíamos llamar de Bienestar.
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Lo que no entiendo es cómo estos artículos tan buenos no se pueden leer en algún periódico serio.
ResponderEliminarAh, y más que de Incertidumbre, el Estado de Bienestar se convierte en Estado de Malestar.
Lo estás leyendo en el blog de una persona seria, que ya es mucho en estos tiempos.
EliminarTe agradezco este análisis de la realidad, realizado con rigor y acierto, que comparto en líneas generales. Todos, de alguna manera, somos responsables por acción u omisión de todo lo bueno y malo que nos sucede. Formamos parte de una sociedad interdependiente, en la que nada nos puede ser ajeno. El paro laboral puede ser una experiencia muy dura y no sirve de nada buscar culpables de nuestras propias carencias. No sé si doy la imagen de una persona seria, pero sí que me considero pleno responsable de mis actos. Escribo mis reflexiones para que la propia experiencia sirva a otros. Nuestra sociedad está sumida en un proceso de grandes transformaciones que cambiarán la forma de vida de las próximas generaciones. Ya han pasado varios años desde que fui despedido de mi último trabajo y hace 30 años que no me contrata ninguna empresa privada. En mis blogs, trato de expresar cómo podría ser esa sociedad capaz de surgir de la crisis que estamos viviendo. Es de origen incierto, desarrollo imprevisible, que requiere un gran esfuerzo para adaptarse a los cambios que deben producirse. Que nadie se sienta ajeno. Todos somos necesarios.
ResponderEliminarYo creo que, te pongas como te pongas, al final no te queda más remedio que responsabilizarte de ti mismo. Y eso incluye exigir cuando es el momento y no sentirse ajeno, como tú dices, a las consecuencias. Un saludo
EliminarDe acuerdo con vuestros argumentos. Me permito, además, apuntar una idea a la que nuestros gobernantes permanecen ajenos: las tragedias personales y familiares que genera el paro a partir de los 40. Solo hablan del desempleo juvenil que, con ser malo, no llega a los niveles de desesperación que genera el desempleo a quienes tenemos hijos a nuestro cargo y vemos pasar los días y los meses sin encontrar un empleo remunerado. La consecuencia inmediata de esta situación es la pobreza infantil, a la que se ven abocados los hijos de quienes han perdido empleos y viviendas. Los niños no tienen derecho a voto y, por esta razón, son ignorados sistemáticamente. En estos momentos, un 25% de los niños que viven en España (1 de cada 4) son pobres y nadie se acuerda ni habla del asunto. Un país que ayuda a los bancos y olvida a los padres y madres de familia no podrá alcanzar de nuevo el estado de Bienestar perdido, ni ahora ni en el futuro...
ResponderEliminarLa pobreza infantil es un tema de tanto calado que deberíamos debatir en profundidad y con serenidad y tiempo sobre ello. Te animo a que sigas agitando ese debate.
ResponderEliminarDesde el Perú saludo la opinión expuesta por la autora en este blog. El realizar trabajo social a cambio de una subvención por desempleo(o paro) es moralmente correcto y económicamente positivo, incluso cuando se haya superado el desastre económico actual, lo que espero que ocurra ponto.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo contigo Ligia. Cuando acabe esto, nos encontraremos con una situación económica y social que muy probablemente nada tendrá que ver con lo que ya podemos dar por perdido. Para bien y para mal. Así que más nos vale a todos transitar este camino elaborando un cambio de mentalidad. Saludos desde La Laguna, Tenerife.
ResponderEliminarMuy interesante. Una reflexión: tengo serias dudas que en España haya existido nunca un Estado del Bienestar propiamente dicho. Entiendo por Estado del Bienestar una filosofía política muy ligada a unos valores éticos concretos. Del Estado del Bienestar solo hay una carrocería legal, que instauró en la práctica hace años Miguel Boyer con su política impositiva y que se aumentó más tarde con la entrada en Europa y el recibo de fondos estructurales y de cohesión, malgastados y que ahora los del norte pretenden cobrar. Este proceso no ha ido acompañado de un necesario fundamento moral que dote al Estado del Bienestar de contenido y solidez. Por eso ahora se reclaman los derechos, pero cuando toca hablar de los deberes, dicen…, perdón, ¿los qué?
ResponderEliminarEstamos ante un pez que se muerde la cola, puesto que los valores éticos deberían enseñarse desde la escuela (al estilo americano de “escribe una carta a tu senador”) y desgraciadamente nuestro sistema formativo ha sido fagocitado por un funcionariado de licenciados que solo transmiten conocimientos pero no hacen labor docente, demasiado ocupados, los pobres, en la árdua labor de la queja contínua.
Y el círculo entra en espiral de barrena cuando a esta carrocería de Estado del Bienestar se le añade una hiperdimensionada función pública para gestionar los recursos, como si fuera un exagerado motor de 12 cilindros, que consume combustible a chorro. Y ahora, mecachis, resulta que el surtidor de gasolina ha quedado vacío.
Para salir de este ojo del huracán creo que hay dos soluciones. La primera, autogestionar las habilidades propias para sobrevivir desde un individualismo creativo, es decir, claro y catalán, volver al taller. Y la segunda, el modelo islandés: pues sí, meter en la cárcel al capitán del barco –a mi sí que me suena--. Ambas no son excluyentes.
Y por Dios, generar de una dichosa vez un cuerpo calloso fluido como una autopista que una los dos hemisferios: ciudadanía y políticos, con deberes y obligaciones para ambos y con el código penal por límite. No tenemos mucho tiempo. Hoy es el paro, solventable con la emigración en el peor de los casos, pero en 20 años tendremos condenados a la pobreza, cuando no a la miseria, a la generación del baby boom de los 60-70, que tendrán que cobrar pensión y hacer uso masivo de la sanidad pública. Y si el bolsillo no llega ni ahora, ya me explicaréis…
No hay plan B. En el siglo pasado, una guerra mundial lo solventaba: se destruia todo y vuelta a empezar. Ahora, con el arsenal nuclear, la guerra es inviable, y mejor que sea así. Novedad, tendremos que salir de ésta desde la paz, qué curioso.