martes, 28 de febrero de 2012

Perniciosa tentación


¿Hay cosa más triste que ver cómo un  pequeño negocio fracasa? Sí, ver que está planteado de tal manera que no tiene otro destino que precipitarse al cierre. Y, puestos a ello, cuanto antes ocurra esto, mejor.

Si hay un sector donde peor cuadra fantasía y realidad es el terreno de los negocios, de esos pequeños negocios cara al público que surgen como setas cuando arrecia el desempleo. Porque no existe tentación más perniciosa para un desempleado de mediana edad que la de echar el resto de su vida, y de su indemnización si la tiene, en el sueño que acariciaba y que, mientras trabajaba, nunca se atrevió a hacer realidad.

¿Que para todo hace falta iniciativa, entusiasmo y grandes dosis de ensoñación? Bueno, yo eliminaría el último componente de esa oración, es decir, las grandes dosis de ensoñaciónCon tan solo unas pinceladas de ese ingrediente me parece más que suficiente. Porque si algo parecen tener claro los que de esto saben es que uno solo se debe embarcar en aquello de lo que entiende. Y, no se engañen, largas horas frente al televisor no nos convierten en productores de programas de gran éxito.

Las librerías con toques especiales, por ejemplo la función cafetería, las pequeñas tiendas especializadas en diseñadores alternativos, los restaurantes de autores exclusivamente batallados en la cocina del propio domicilio, el delicatessen trufado con las ricas pero aún desconocidas cosas de tú pueblo, los locales que parecen casitas de  muñecas herederas de la calenturienta fantasía femenina, y en las que cuesta saber qué venden, los bares de ambiente rock, heavy o cualquier otra ambientación musical pero muy auténtica que has visto en otra ciudad europea, los gabinetes de comunicación para sacarle las perras con tus habilidades con la tecla a instituciones que no tienen un duro, las tiendas de decoración interior que juegan al chino revisitado con el extraordinario gusto de su propietaria o las pequeñas y sugerentes boutiques de ropa íntima femenina al estilo parisien, no suelen tener el éxito esperado.

Ni ese ni ningún otro. Siento decirlo, pero es así. Un negocio requiere de experiencias, cualidades, cantidades y tiempo para desarrollarlas de las que no  disponemos cualquiera. Y estar en el desempleo no nos las proporcionan en la medida necesaria. 

Puede sonar la flauta, pero suena pocas veces. Y si además necesitas, como es lo habitual, que un banco te respalde financieramente el proyecto, vete olvidándote de la flauta.

Pero tal vez sea mejor así. Más complicado aún que el desempleo es no tener trabajo y terminar cargado de deudas hasta las cejas a causa de un negocio fallido.

jueves, 23 de febrero de 2012

Un día marrón

El dibujo hace alusión al cierre de la multinacional Delphi en 2007.
Se insiste hasta la saciedad en las pavorosas cifras del paro juvenil y en las dificultades para iniciarse en la vida adulta -compromisos familiares e hipotecarios, básicamente- que conlleva esta terrible situación económica. Y es cierto. Tan cierto como que ésta es a día de hoy una de las principales preocupaciones de los progenitores responsables con respecto a sus hijos. Pero hay otra preocupación aún mayor para los padres y madres: perder el trabajo y no tener la oportunidad de ayudar a sus hijos si las cosas se tuercen para ellos.

Porque si hay una situación aún más lamentable que el desempleo entre los jóvenes, es que la vida laboral se trunque en la década de los 50, cuando todavía falta bastante, cada vez más, para una jubilación más y más incierta y resulta tan difícil acomodarse a las condiciones de extrema precariedad en las que se desenvuelve el mercado laboral.

Porque cuando se está en la franja de los 50 o más, los compromisos económicos adquiridos a lo largo de casi toda una vida resuelta en el plano laboral suelen de tal categoría que es difícil encararlos con un sueldo de becario. Y tampoco, dicho sea con toda la ironía del mundo, es edad para plantearse vivir de los hijos. Sobre todo en las actuales circunstancias de paro juvenil.

Reiventarse está de moda. Es el nuevo mantra de los optimistas empedernidos y los gurús de la autoayuda. Pero nadie explica cómo reinventar los dígitos de la hipoteca o las cifras que figuran bajo la factura de la luz.

Y, sí. Todos tenemos días marrones como los de Luz Casal. Pero nada que no se arregle con un plato caliente, un vaso de buen vino y grandes dosis de cariño, una receta al alcance de casi todos los bolsillos.








miércoles, 22 de febrero de 2012

Todos community manager

                     La foto es de ManagerCommunity, cuya página web se puede ver aquí

Todo periodista en paro es un community manager en potencia. Pero, ¿se puede considerar esta nueva profesión una especie de extensión 2.0 de la profesión periodística en su sentido tradicional? ¿Son las aptitudes propias del periodista de aplicación al community manager o viceversa?

Mi respuesta es no. El community manager (o gestor de contenidos) se me antoja más el hijuelo tecnológico del profesional del marketing que un pariente del periodista empleado en los medios de comunicación. Cosa distinta es que la poda, a veces salvaje, a la que están sometiendo a sus plantillas los medios de comunicación tradicionales nos haya abocado a muchos a indagar en este campo.

Decía periodista empleado en los medios de comunicación para desvincular este perfil profesional de aquel que caracteriza al titulado en Periodismo, o no, que ejerce tareas de comunicación en los gabinetes de instituciones, partidos o empresas. Porque el de community manager es el traje ideal para este sector de profesionales, cuya tarea siempre está más cercana al marketing que a la información.

Y, sí, yo también he picado. Confieso que estoy formándome como community manager. Pero he llegado a ello de una forma tan rocambolesca que me debería eximir de todo sentimiento de culpa. Por ejemplo, el de me aflige la sensación de estar embarcada en un ola de absurda modernidad como la que llevo a tantos, allá por los 80 y 90, a sumarse al carro del diseño de todo tipo, actividad que por entonces simbolizaba nada más y nada menos que la entrada de España en la Europa contemporánea.

¿Trabajas o aspiras a ser community manager? He aquí la reedición de aquel famoso: ¿Estudias o diseñas?








jueves, 16 de febrero de 2012

Dracula's kitchen

Bueno, agradable y barato. He ahí el salmo del buen comidista en tiempos de paro y crisis. Y si además, y por el mismo precio, tenemos la oportunidad de conocer algo realmente novedoso para nosotros en el reducido espacio en el que nos ha tocado vivir, miel sobre hojuelas.

¿Qué podemos decir sobre la cocina rumana? Yo no tenía que decir hasta que me encontré con el restaurante Bambi y tuve la osadía de sentarme en su terraza a ver qué pasaba. Y lo que pasó fue tan agradable que anhelo el momento de volver a repetir.

Sobre Rumanía en general se saben pocas cosas por estos lares. Y más allá de sus increíbles paisajes, las más de las veces tenemos referencias negativas del país. El conde Drácula es una, pero la exportación de bandas de violentos delincuentes es otra que tampoco vamos a negar. Una negra con la que tienen que cargar los pacíficos y honestos oriundos de aquellas tierras, como cargamos con las propias todos los demás.

Descubrir la cocina rumana proporciona un nuevo punto de vista sobre el país. Sobre todo si, además, lo haces en un local en el que la atención al cliente es no solo cordial y profesional, sino excepcional, lo que te brinda también la oportunidad de descubrir a los verdaderos rumanos.

Esa fue al menos nuestra experiencia en el restaurante Bambi (ignoro de dónde puede haber salido un nombre tan aparentemente inapropiado), un pequeño y sencillo local situado en un lugar no demasiado céntrico del Puerto de la Cruz (Tenerife) y cuya página web, plagada de información sobre todo lo que se les pueda ocurrir preguntar, pueden visitar aquí.


¿El menú? Bueno, pues una solo puede hablar de lo que conoce. Hojas de col rellenas (sarmale), gulasch de ternera servido con puré de papas, arroz pilaf con pato y setas y, de postre, una tarta de manzana al estilo del lugar. Pero hay mucho más por descubrir.

Comida más que suficiente, reconfortante, servida con dedicación y esmero y todo ello a un precio realmente convincente: 30,60 euros a dividir entre dos. ¿Se puede pedir más?








miércoles, 15 de febrero de 2012

'Mundo Lidl'

Cómo pasar de los productos ecológicos y El Gourmet de El Corte Inglés al Mundo Lidl. He ahí la cuestión, por otro lado inaplazable cuando se trata de recortar gastos para sobrevivir al paro.

Don' t panic! Es un tránsito que se puede hacer con mucha dignidad, la misma condición que acompaña a la condición de desempleado cuando no se esquiva el trabajo.

Desde que ya hace mucho tiempo pude comprobar como El Corte Inglés era capaz de tener idéntico producto a dos precios distintos, uno en su supermercado, relativamente asequible, y otro en su tienda gourmet, con impuesto de superlujo, la que suscribe ha dejado de creer en el sexo de los ángeles de las exquisitices a precio de hallazgo arqueológico.

Lo bueno, si breve, dos veces bueno. Y lo rico, si además barato, más rico todavía. Y en el Mundo Lidl, en el que tantos nos damos cita en los últimos tiempos pese a lo mal que cae Sergi Arola en plan amiguete del pueblo llano, hay mucho interesante por descubrir y no solo en materia de precios. Más bien a pesar de ello.

Me propongo ir desvelando en posteriores post, o sea, nuevas entradas en este blog, descubrimientos en materia de consumo inteligente. Ya he empezado a hacerlo en el proceloso mundo de la restauración  (http://canelafina-carmen.blogspot.com/2012/02/bueno-bonito-y-barato.html) aunque, viviendo como vivo en un lugar tan pequeño como la Isla de Tenerife, mis experiencias gastronómicas extramuros del hogar solo sean relativamente útiles. Pero todo se andará o, al menos, lo intentaré.

Para empezar, en la foto muestro tres de los productos que compro por su excelente calidad en Lidl desde mucho antes de resultar arrojada al desempleo. Y además están tirados de precio.

El hojaldre de la marca Belbake, excepcional. Ligero como ningún otro producto comercial de este tipo y a menos de un euro.

La caballa del Sur de Nixe, magnífica. He comprado caballa del Sur en las factorías de Barbate (Cádiz)  a precio de oro y créanme que no se percibe una gran diferencia.

Y las galletas tipo Digestive de la marca Opey, un gran hallazgo. En mi opinión, mejor que las originales (de McVitie's si no me equivoco),  porque son menos pesadas, más crujientes y, por supuesto, mucho más baratas.

Pero no es oro todo lo que reluce. Ni en el Mundo Lidl ni en ningún otro. Así que es mejor ceñirse estrictamente a los resultados de productos concretos.

¿Cuál es vuestra experiencia? Me encantaría aprovecharme de ella.




martes, 14 de febrero de 2012

Nuevos pobres


"Hola, me llamo María José Navarro y soy de un pueblecito pequeño de Valencia que se llama Alberic. Tengo 48 años y soy parada de larga duración, actualmente cobrando la ayuda de 426€ R.A.I. Tengo dos hijos a mi cargo, uno de 23 y otro de 16, sin trabajo ni ayudas. Vivo con mis padres porque con la ayuda no alcanzo a pagar ni la hipoteca, tengo mi vivienda en venta, y he dado de baja luz y agua. Comemos de la pensión de mi padre que era autónomo y busco trabajo, incluso, fuera de mi provincia, pero ni así. Muchas gracias por vuestra página, yo me conecto por las mañanas un rato en casa de un familiar que me lo presta para buscar trabajo por internet. Un saludo y gracias por atendernos".

Seguro que esta es una historia que les suena de algo. Algo que es muy posible que escuchen de manera cada vez más insistente a su alrededor.

Se trata de una de las últimas entradas de un nuevo blog, Els nous pobres, (http://elsnouspobres.wordpress.com/author/elsnouspobres/), que recoge  testimonios personales sobre la dramática situación que viven los nuevos españoles, esa gran generación sin presente ni futuro.

La sola existencia de un blog de estas características es una tragedia en sí misma. Y si seguirlo es muy instructivo y recomendable para todos, desde el empleo o desde el desempleo, debería ser una obligación para todos aquellos que dicen representarnos y defender el interés general mientras permiten que se mantenga un estado de cosas en el sector público a todas luces inmoral. 

lunes, 13 de febrero de 2012

Conmigo que no cuenten


Si alguien se cree que esto se arregla poniendose en manos de los sindicatos, lo lleva claro. ¿Huelga general? Si me explican a quién ayuda una acción de ese tipo, salvo a unos sindicatos que solo buscan mayor poder para ellos mismos, tal vez me ponga en acción. Mientras tanto no me verán apoyando ni de palabra ni de hecho una huelga general.

Creería en los sindicatos y su capacidad para ponerse al frente del mantenimiento de los derechos y la dignidad laboral en tiempos tan oscuros si les hubiera visto ponerse al frente de la manifestación cuando el barco comenzó a mostrar sus primeros pero más que premonitorios boquetes. Pero no. No solo no tomaron las riendas para facilitar un nuevo estado de cosas en las relaciones laborales, dotándolas de mayor flexibilidad para tratar de minimizar o repartir los daños a fin de no ocasionar aún mayores descalabros. Es que además no mostraron otro interés que el intentar desvincularse de un sistema perverso del que ellos venían formando parte tan ricamente. Ese y el mantener en toda su brutalidad una administración pública que es, a todas luces, la más pesada carga económica de un país incapaz de generar trabajo para más del 22,9% de su población activa. Ahí está su público y ahí está su fuerza. Y a los demás poco más que un par de férreas consignas, solo útiles para que impedir que trabajadores y empresarios tratemos de entendernos en las actuales circunstancias.

¿Qué la culpa la tienen los bancos? Sí, pero yo no tengo porqué creer en los bancos. Por muy perspicaz que sea uno, lo suyo es todo lo contrario. A mí  no me queda más remedio que depositar mi confianza en el Gobierno que me representa y en los sindicatos que dicen defender mis derechos. Y si el sistema político precisa de una urgente y profunda regeneración que le ponga al servicio del interés público y no del partidario, personal y/o patrimonial, ¿qué decir de unas organizaciones sindicales anquilosadas y atestadas de privilegiados y blindados funcionarios sin otra perspectiva de futuro que mantener su status quo?

Conmigo que no cuenten.




jueves, 9 de febrero de 2012

El famoso libro

















Todo periodista que se precie tiene en la recámara un libro que empezará a escribir cuando se den las circunstancias. Y, sí, el paro y situaciones análogas son el momento ideal para echar fuera de sí todo eso que llevamos dentro y que el ejercicio diario de la profesión no nos permitió comunicar a nuestros semejantes.

Yo no soy de esos periodistas. A lo mejor es que no me precio tanto como debiera. He oído en tantas ocasiones aquello de que "tú lo que deberías hacer es escribir un libro", que no hacerlo se ha convertido para mí en una especie de acto de rebeldía, de reafirmación en mi cabezonería de que no tengo nada que decirle a nadie en formato libro.

Pero hay otros motivos. El periodista es en parte un obrero de la escritura, porque de lo contrario difícilmente podría hacerse entender por el lector, pero esta no es necesariamente la habilidad más sobresaliente para el ejercicio de su profesión. Ni mucho menos. La perspicacia, la curiosidad, la empatía, la capacidad para generar y mantener contactos, cierto olfato perruno para seguir pistas humanas y documentales, el dominio del contexto, algo de vicio con este tipo de trabajo y hasta una especie de sexto sentido son algunos de los elementos que forman parte del oficio periodístico.

Así que detrás de un periodista cabe presuponer un aceptable narrador, aunque esta cualidad es del todo insuficiente para abordar el mundo literario en condiciones. Por ejemplo: la capacidad de montar ficciones narrativas, la creatividad, es algo a lo que un periodista, incluso a un excelente periodista, no tiene porqué tener acceso. ¿Que en el ejercicio del periodismo hay mucha ficción intercalada con la realidad? Ah, sí, pero eso es mal periodismo y peor literatura.

Por eso la inmensa mayoría de los periodistas que escriben libros se abstienen de la ficción literaria y lo hacen sobre lo que saben. O creen saber. Y así proliferan libros sobre personajes políticos, hechos de la historia reciente o reflexiones sobre los propios medios y el oficio que, muy buena parte de las veces, no aportan nada. Nada salvo algún royalty a sus autores y un problema a la humanidad.

¿Saben cuál es el coste ecológico de tanto escritor suelto y tanta editorial dispuesta a intentar lo que sea para mantener un negocio que camina hacia la obsolescencia? En http://librodenotas.com/textosdelcuervo/21910/obscenidad-del-almacenaje-y-libro-digital#cpreview se explica divinamente.

Yo no voy  escribir un libro. Al menos no por ahora. Y nunca mientras continúe pensando que existen muchos canales a mí disposición para ejercer el tipo de comunicación para el que me creo más o menos dotada. O en tanto no se apodere de mí una historia que me pida a gritos ser contada en cientos de páginas de  papel vistosamente encuadernadas

Y no, no tengo nada contra las libros. Al contrario. Son uno de mis mejores compañeros desde la primera juventud y hasta la fecha. Pero estoy con el autor del texto que he enlazado y echo mucho de menos un mercado de libro digital en condiciones.

El camino que hemos emprendido con las nuevas tecnologías no tiene retorno y, al menos en el contexto del hogar, los libros tradicionales ocupan mucho espacio y corren cada vez más el riesgo de convertirse en elementos de construcción. ¿Ladrillos? No, no digo eso aunque de muchos no cabe decir otra cosa. Lo que digo es que echen un vistazo a la ilustración que acompaña estas páginas para comprender la verdadera utilidad de tanto tomo suelto que anda por ahí ocupando espacios que no merecen.







miércoles, 8 de febrero de 2012

Lo más insidioso


Lo más insidioso de esta situación de desplome del mercado laboral es que da pie a que proliferen personajes como el presidente de Ryanair, el tal Michael O'Leary.                                                      Ver http://www.elmundo.es/elmundo/2012/02/07/barcelona/1328621042.html

Porque lo que él simboliza va mucho más allá de las dificultades que se viven en el sector de la aviación. Lo que ejemplifica su actitud de negrero chulesco no es ni más ni menos que la situación de precariedad de derechos que se vive en el mundo laboral. Más claro todavía: el que hoy en día conserva el puesto de trabajo es proclive a olvidar los derechos que le asisten y hasta a aceptar condiciones abusivas.

Pero el retroceso en cuanto a la dignidad de la relación entre el trabajador y la empresa no solo es real. Es que además provoca una sensación tan intensa de falta de protección entre los trabajadores que solo puede llevar a la angustia vital.

Cuando esto acabe, si es que acaba, ¿cuánto tiempo tardaremos en remontar hacia una relación justa y sana entre empleadores y empleados?

Y no le pidan a los sindicatos que se ocupen de ello. Los sindicatos siguen ocupándose de sí mismos y de tratar de que no se destruyan empleos en la cosa pública, que es su cosa.

La viñeta de El Roto en el El País que acompaña estas líneas lo dice todo sobre la angustia del desempleado. De su magnífico hacer espero otra en la que quede de manifiesto la congoja del empleado.

martes, 7 de febrero de 2012

Bueno, bonito y barato

Una de las primeras cosas que se ven afectadas cuando se ingresa en el desempleo son los hábitos de consumo. Si aquello de bueno, bonito y barato es una máxima universal, el paro afila los sentidos para lograr mantener las cotas de disfrute con el mínimo gasto. Instinto de supervivencia, se llama.

Y sí, es posible. Comer bien en restaurantes caros o carísimos debería ser lo normal, aunque desgraciadamente no sea así y las más de las veces el dispendio solo guarde relación con el nombre del local y/o la cantidad de marketing e inversión aplicada a su difusión. Comer bien en establecimientos de un precio asequible es el verdadero hallazgo y aquello a lo que nos debemos aplicar. A ello y a evitar comer fuera de casa con excesivas asiduidad. Una vez o dos a la semana es suficiente para satisfacer las inquietudes culinarias sin sobrecargar el presupuesto. Pero, ¡ojo, que la comida rápida, basura e insatisfactoria realizada fuera del domicilio habitual también cuenta¡

Un ejemplo. El restaurante asiático Ruen Tahi en el Puerto de la Cruz de Tenerife, hallazgo que mi familia debe a nuestro amigo Néstor Yanes. Está en un lugar algo recóndito del Puerto de la Cruz (C/ Dr. Celestino Cobiella Zaera. Teléfono 922 376 946), en el edificio del hotel Puerto Palace. Pero es fácil de encontrar. Se trata de escoger la última entrada al Puerto de la Cruz, la que señala la dirección del Loro Parque y, tras dejar a la derecha la entrada al Casino Taoro, tomar la segunda a la derecha. El hotel está en la primera esquina y el restaurante encima del bar a pie de calle.

El local, según me informaron, está regentado por antiguos cocineros del restaurante tailandés del hotel Botánico, el mejor oriental de Tenerife, sin ninguna duda. Incluso lo llegaron a señalar en su momento como el mejor tailandés de toda España. Pero los precios del Ruen Tahi no tienen nada que ver con los El Oriental del Botánico, un lujo que, si se puede, merece la pena darse de vez en cuando.

En Ruen Tahi comen tan ricamente dos personas por poco más de 20 euros. La especialidad son los currys de carne, pescado, marisco o vegetales, pero cualquier combinación de arroz o tallarines con los platos propios de la cocina oriental será una buena elección.

El interior y el ambiente del local no tienen nada de especial aunque, eso sí, el comedor está rodeado de grandes cristaleras que proporcionan vistas del Puerto de la Cruz.






jueves, 2 de febrero de 2012

De manitas


¿Si a casi nadie se le ocurre meterle mano a las tripas del ordenador cuando se pone pesado, por qué todos nos creemos capaces de hacer lo propio con los grifos, la cisterna, los cables eléctricos, las humedades o los desconchones?

Asunto recurrente en el parado: ahora que tengo tiempo, lo hago yo. Para ser honestos, ahora que tengo tiempo, sí, pero sobre todo, ahora que lo que me falta es dinero.

Pero, ¡peligro!. Si antes éramos unos torpes para las cosas propias del manitas de su hogar, que nos veamos en el paro no significa que hayan mejorado nuestras habilidades. No al menos mientras los cursos de formación del INEM no nos acojan en su estéril seno...

El caso es que, como todos sabemos cuando permanecemos en nuestros cabales, en momentos así suele ser peor el remedio que la enfermedad. Piénsatelo bien antes de añadir a tú condición de parado la de desesperado. Bien sabemos los voluntariosos del bricolaje que hay techos que se dirían endemoniados -según los tocas se desploma la pintura- o circuitos eléctricos cuyo intrincado contenido requiere uno de esos tontones para medianamente orientarse.

Cada oveja a su redil. Hazte un favor a ti mismo y a uno de los muchos compañeros de esta gran empresa que es el paro. Hay muchos dignos operarios de la chapuza domiciliaria que, como tú, se ven mano sobre mano. La diferencia es que ellos sí saben qué hacer con esa clase de extremidades.



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